Bob Harris (Bill Murray) y Charlotte (Scarlett Johansson) son dos americanos en Tokio. Bob es una estrella de cine que ha venido a rodar un anuncio de whisky y Charlotte ha venido a acompañar a su marido (Giovanni Ribisi), un fotógrafo adicto al trabajo.
Insomnes, Bob y Charlotte se cruzan una noche en el bar de su lujoso hotel. De este encuentro casual surge una sorprendente amistad. Charlotte y Bob vagan por Tokio, tienen divertidos encuentros con sus habitantes y acaban profesando una nueva fe en las posibilidades de la vida.
Rodada por completo en escenarios naturales del Japón, Perdidos en Tokio, de Sofia Coppola, es una carta de amor a la amistad y a la capital japonesa. A partir de un guión original, Coppola explora esas inesperadas relaciones que a veces entablamos y que pueden no durar, pero que recordamos para siempre.
En esta historia no hay mapas para orientarse en esa relación sin nombre que nace de miradas, de encuentros en el bar, y se desarrolla entre silencios, escapadas cómplices, recorridas por esos espacios ajenos, hasta llegar a un entendimiento, a una intimidad que atraviesa los treinta años que los separan.